lunes, 11 de enero de 2010

[De arena y juramentos]


El reclamo popular, ansioso de consumir coplas, llevó al máximo autor de éstas, Rafael de León, a adaptar algunos de sus poemas para que el filtro de lo popular presentara ante la sociedad pegadizas y exitosas canciones. Esto es, convertir en masticable composiciones literarias más extensas y complejas, sin dejar a un lado la esencia de la historia o el drama planteado. Rafael de León recurre muchísimas veces al autoplagio, al reiterado uso de figuras que garantizan el éxito futuro de sus joyas literarias.

Un ejemplo clave de esto lo encontramos en "La Lirio", archiconocida composición conocida por todos. Sin embargo, no todo el mundo sabe que esa Lirio, antes del famoso pasodoble ya existía en los papeles de Rafael de León, en forma de romance o poema que difiere bastante de lo que después será "La Lirio" por todos conocida. No es sin embargo menos bella la historia más detallada y extensa que se nos plantea en el "Romance de la Lirio", donde encontramos quizá, claves que nos ayudan a entender la complejidad y todo lo que esconde la copla que asiduamente llega a nuestros oídos.

Romance de la Lirio

Por la arena de la playa
va con un hombre "la Lirio".
La tarde pone en sus ojos
un barco de plata y vidrio,
mientras que Cádiz se enciende
a lo lejos como un cirio,
en un altar encalado
de torres en equilibrio.

-No sé qué sería de mí
si me dejaras, mocito-,
suspira dulce y lejana
y en un sollozo, "la Lirio".

El hombre moreno y alto
con voz de viento salino
le dice mientras su talle
aprieta como un jacinto:
-Llevo tu nombre en el brazo
tatuado desde niño
y en el corazón un ancla
de juramento perdido.

Por la arena de la playa
viene cantando un chiquillo:

-La Lirio, la Lirio tiene,
tiene una pena la Liro
y se le han puesto las sienes
moraítas de martirio-

Cádiz, de cal, a lo lejos,
huele a guitarra y a vino.
"La Bizcocha" es una vaca
con sortijas en los dedos,
voz de aguardiente de Rute
y cintura de brasero.
"La Bizcocha" lleva siempre
en su labio amarillento
una colilla colgada
y una blasfemia en acecho.

-¿No vino "la Lirio"?
-No-,
responde una voz en eco
Mardita sea...!
La colilla
cae de los labios al suelo,
como un sucio equilibrista
que cayera de un trapecio.
Y por la taberna va
un taco de carretero
que se clava en la flamenca
de un cartel de toros viejo.

En una mesa, con sorna,
canta un viejo marinero:

-Se dice si es por un hombre,
se dice que si es por do;
pero la verdá del cuento
¡Ay, Señó de los tormentos!
la saben la Lirio y Dió-

Sobre el mostrador, borracha,
"La Bizcocha" está durmiendo
un sueño de peluconas
con "la Lirio" de por medio.


-¿Estará el barco en la playa?
-Estará al amanecer...
-Pos descanse usía tranquilo,
que allí se la llevaré.
-¿Y si ella no quiere, vieja?
-Poco sabe su mersé
de las razones que tiene
mi "menda" pa convensé...
¡Sincuenta moneas de oro!
¡Vaya rasones, y olé!

Y una voz entre la sombra
termina el romance aquel:

-Qu fue con un bebediso
de menta y ajonjolí;
que fue una noche de luna,
que fue una tarde de abrí-

-¿Dónde está mi blanca novia,
dónde está que no la veo?

(Un barco en la madrugada
se va perdiendo a lo lejos...)

-¿Dónde está "la Lirio", dónde,
que yo sin verla me muero?

(Mocito, busca otra novia
porque esa tiene ya dueño
y va en un trono de espuma
navegando mar adentro...)

-Mira su nombre en mi brazo,
sobre mis venas latiendo,
y en mi pulso y en mi lengua
y en la punta de mis dedos.

(Para tapar ese nombre
ponte un brazalete negro...)

-¡Mira que la llevo aquí
crucificada en mis centros!

(Arráncate las entrañas
y da tu dolor al viento...)

¡Mira que de no mirarla
me estoy muriendo y muriendo!

(Pues encomienda tu alma
porque ese amor está muerto...)

Amarga, de Puerta Tierra,
viene la voz de un flamenco:

-A la mar maera,
y a la Virgen, cirio,
y pa duquitas, mare de mi arma,
pa duquitas negras,
las que tié la Lirio-

Caminito de las Indias
un barco se va perdiendo.
"La Lirio" corta sus trenzas
con tijeritas de acero,
llenando el mar de suspiros
y el aire de juramentos,
mientras que, roto, en la playa
-veleta de amores muertos-,
clavando su desengaño
en la Rosa de los Vientos,
moreno de sal y luna,
llora y llora un marinero.

Y alejándonos de escenarios, pedrerías y abanicos, demostrando que la copla es saber popular, os dejo el entrañable documento de un abuelo recitando el "Romance de la Lirio" en una residencia de ancianos.


[De luto y toros]


Si algún torero en la historia ha originado sublimes composiciones y sincero clamor popular, ese ha sido Joselito el Gallo. Nace en Gelves, el 8 de mayo de 1895. La alternativa la tomó el 28 de septiembre de 1912 en la Real Maestranza de Sevilla, de manos de su hermano Rafael. Cumbre de la gran dinastía de los “Gallos”, de la que su padre Fernando es considerado el patriarca, Joselito ha sido considerado como el mejor torero de la historia, a pesar de su corta trayectoria, desde 1912 al 16 de mayo de 1920, cuando muere en la plaza de Talavera de la Reina a causa de una mortal embestida del toro “Bailaor”.

Las crónicas nos desvelan que Joselito realizó esa faena con unos pases de tirón con la mano izquierda y mandó retirarse a los hombres de su cuadrilla que se habían colocado a sendos lados del toro. El matador se retiró para arreglar la muleta, y el toro, burriciego de cerca, que veía mejor desde lejos, partió como un rayo hacia Joselito, al que cogió. Los espectadores coinciden en que intentó levantarse sujetándose una masa verdosa que salía de su vientre y se desmayó. Afirman que sus últimas palabras fueron para invocar al médico de su confianza: “Llamad a Mascarell”.

Tras la muerte de Joselito, el 22 de mayo de 1920, en la edición de tarde, El Correo de Andalucía insertó un largo artículo del canónigo Juan Francisco Muñoz y Pabón, defendiendo la celebración de los funerales por Joselito en la Catedral de Sevilla. Pese a que se opusieron personajes con peso y fuerza política de la época, el cariño popular y el renombre del torero de la Alameda de Hércules hicieron que se celebraran en su honor honras fúnebres en la Catedral. Joselito descansa en el cementerio de San Fernando de Sevilla, en un mausoleo de gran calidad artística, obra de Mariano Benlliure.

En la copla, la muerte de Joselito queda perfectamente reflejada en la canción “Silencio por un Torero”, popularizada por la magistral Juanita Reina.

"Aquella tarde Sevilla
se puso toda amarilla
quebraíta de color.
Y por el aire caliente
su voz clamó de repente
qué penita y qué dolor.
Silencio en Andalucía,
rezadle un Ave María
y quitarse los sombreros.
Silencio el patio y la fuente,
que está de cuerpo presente
el mejor de los toreros.
"¡Parece que está dormío, Dios mío,
en su capote de bregal!"
y por Gelves viene el río, teñío
con sangre de los Ortega.
Suspira bajo su manto
la Virgen de la Esperanza
y arría en señal de duelo
banderas la Maestranza.
Y Sevilla, enloquecida,
repetía a voz en grito:
"¡Pa´que quiero mi alegría
si se ha muerto Joselito!"

Silencio por un minuto,
pintad los campos de luto
el ciprés y el olivar.
De luto las amapolas
de luto Carmen y Lola
Concha, Pepa y Soledad.
Silencio guarda el romero
silencio ese toro negro
y los bravos mayorales.
Crespones en las divisas
silencio pide la brisa
al pasar por los trigales.
"¡Parece que está dormío, Dios mío,
en su capote de bregal!"
y por Gelves viene el río, teñío
con sangre de los Ortega.
Suspira bajo su manto
la Virgen de la Esperanza
y arría en señal de duelo
banderas la Maestranza.
Y Sevilla, enloquecida
repetía a voz en grito:
"¡Pa´que quiero mi alegría
si se ha muerto Joselito!".





domingo, 3 de enero de 2010

[De pilas bautismales]

Las fórmulas de denominación de los personajes de las coplas tienen, aunque no caigamos siempre en ello, sus fórmulas y razones. Estudios sobre el padre de la copla, Rafael de León, arrojan luz sobre este bonito detalle.

Un primer grupo lo formarían aquellos nombres propios individualizadores, es decir, las "doñas", véase "Dola Sol" o "Doña Luz", que nos remiten a un origen aristocrático o de alta cuna, pero normalmente con una idea asociada a la vertiente decadente de esta misma clase. Véase como ejemplo, un fragmento de "Doña Luz".

Doña Luz de San Telmo vive en Triana,
en un viejo palacio de maravilla,
con el mismo boato que una sultana
de las que antiguamente tuvo Sevilla.

En contraposición a estas señoras, encontraremos en la copla a las Lolas, Cármenes, Manuelas y Manolos, nombres evocadores de estereotipos en la visión romántica del sur en el s.XIX y cuyo rasgo común es lo racial, lo visceral y lo sentimental. Normalmente, estos personajes son situados en un marco geográfico marginal, en arrabales o serranías e inmersos en un discurso amoroso límite. Como ejemplo, unas pinceladas de la intensa copla "Lola Puñales".


Entre la gente de bronce que cantaba y que bebía
brillaba Lola Puñales;
era una rosa flamenca que a los hombres envolvía
igual que los vendavales.


Similar a éstos por su valor referencial aparecerán los nombres llegados desde la Historia de España, aunque reducidos a escenas del majismo cortesano, es decir, el mundo de aristócratas aplebeyados y bandidos galantes como el descrito en "Coplas de Luis Candelas", el famoso ladrón.


Debajo de la capa de Luis Candelas
mi corazón amante vuela que vuela.
Madrid te está buscando para prenderte
y yo te busco sólo para quererte.


O también las historias de amor de la realeza, como en el "Romance de la Reina Mercedes":


Una tarde de la primavera
Merceditas cambió de color
y Alfonsito, que estaba a su vera
fue y le dijo: ¿Qué tienes, mi amor?

Otro grupo lo forman los nombres simbólicos-apelativos que se identifican con aspectos de la sintomatología amorosa mediante complejas relaciones metonímicas. Así, "La Lirio", epítome del sufrimiento:


Lirio la llaman por nombre
y ese nombre bien le está,
por un cariño, cariño,
tié las ojeras morás.

O "La Parrala", con la bebida y el intento de olvido:

Que sí, que sí, que sí, que sí,
que a la Parrala le gusta el vino.
Que no, que no, que no, que no,
ni el aguardiente ni el marrasquino.
Que sí , que sí, que sí, que sí,
que si no bebe no pué cantar.
Que no, que no, que no, que no,
que sólo bebe para olvidar.

Por último, podemos mencionar los no-nombres, los "yo" no identificados, connotativos de lo inombrable, por la situación marginal de la querida o la prostituta.

Yo soy esa,
esa oscura clavellina
que va de esquina en esquina
volviendo atrás la cabeza.
(...)
Soy la que no tiene nombre,
la que a nadie le interesa,
la perdición de los hombres,
la que miente cuando besa.


[Apuntes teóricos extraídos de la publicación "Poemas y canciones de Rafael de León", de Josefa Acosta, Manuel Gómez y Jorge Jiménez.]


Free Blog Content

hidden hit counter
hit counter dreamweaver